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Y se miraron



Carlos se dio la vuelta sabiendo perfectamente quién le había hablado. Ahí estaba ella, ahí estaba María. Con cinco años más, pero tan bella como siempre. Tan bella como aquella primera vez en la que le había recibido con los brazos abiertos, siendo un desconocido. Y allí estaba con una cara de entre sorpresa, alegría y emoción. Mirándole como si hubiera sido algún regalo caído del cielo, pero con un cierto rictus de amargura en su expresión. Una mezcla de entre la alegría de algo deseado y de miedo a las sorpresas. Se miraban fijamente sin pronunciar palabra, excepto un "si, soy yo", que salió de la boca de Carlos con un tono de voz casi inaudible. 

Nadie es capaz de calcular el tiempo exacto de una situación como esa. En esas circunstancias, diez segundos es demasiado tiempo y un minuto es poco menos que una eternidad. Se miraban fijamente como queriendo poner cara de nuevo a lo que, hasta entonces, se había convertido en un bello recuerdo casi sin rostro, a causa del tiempo pasado. Cinco años con el recuerdo de una sola noche, o de tres días, era demasiado tiempo, pero estaba claro que ninguno de los dos lo había olvidado. Esas miradas delataban que aquella noche se cerró en falso y que los dos habrían necesitado haber dado una continuidad a aquello. Esos días estaban en el recuerdo de los dos, en el lugar que ocupan en nuestro cerebro los buenos recuerdos, pero también en el lugar que ocupan las incógnitas de lo que pudo haber sido y no fue.

Los segundos pasaban y no fueron capaces de hacer nada más que mirarse. No se hablaban, no se abrazaban, solo se miraban como estudiándose mutuamente. Como volviendo a poner cara a una imagen que el paso del tiempo había ido difuminando dejando en cada uno de ellos la imagen del otro sin ningún rostro. El uno esperaba del otro que diera el primer paso del abrazo, del beso o del simple y educado saludo de estrecharse una mano, sin más.

Pasaban los segundos, que parecían años y los cuerpos no respondían ante los impulsos que les enviaba el corazón. Eran dos estatuas de carne y hueso esperando la reacción del otro. Eran dos personas que se habían echado de menos en los últimos cinco años. Cinco años en los que los recuerdos de unas horas no se habían borrado ni uno solo de todos esos días sin verse. Finalmente se abrazaron como estrujándose, como fundiéndose el uno en el otro, como convirtiéndose en uno solo. Se abrazaron y no habría  habido nada en el mundo que les hubiera conseguido separar al uno del otro. Se abrazaron en un abrazo sincero, esperado y deseado. Se abrazaban como si el mundo se hubiera parado en ese mismo momento, como si no fuera a pasar nada más después de aquel abrazo.

- Carlos, ¿por qué no has venido antes?
- ¿Por qué tú no me has llamado?

Continua



No Te Escuché Partir 
Me Pregunto Cómo Es Que Estoy Todavía Aquí 
No Quiero Mover Nada 
Podría Cambiar Mi Memoria 

Oh Soy Lo Que Soy 
Yo Haré Lo Que Quiera 
Pero No Me Puedo Esconder 

No Me Iré 
No Dormiré 
No Puedo Respirar 
Hasta Que Estés Descansando Aquí Conmigo 
No Me Iré 
No Me Puedo Esconder 
No Puedo Estar 
Hasta Que Estés Descansando Aquí Conmigo 

No Quiero Llamar A Mis Amigos 
Ellos Podrían Despertarme De Este Sueño 
Y No Puedo Dejar Esta Cama 
Corro El Riesgo De Olvidar Todo Lo Que Ha Sido 

Oh Soy Lo Que Soy 
Yo Haré Lo Que Quiera 
Pero No Me Puedo Esconder 

No Me Iré 
No Dormiré 
No Puedo Respirar 
Hasta Que Estés Descansando Aquí Conmigo 
No Me Iré 
No Me Puedo Esconder 
No Puedo Estar 
Hasta Que Estés Descansando Aquí Conmigo

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